El estrés genera toxinas en grandes cantidades haciendo que la energía se estanque en forma de conducta, quizá en posiciones corporales incorrectas o estados de ánimo donde la ansiedad es característica. El problema viene cuando acumulamos una cantidad importante de toxinas pues, sin darnos cuenta, provocamos un estrés innecesario en el interior de nuestras células, haciendo que estas trabajen a media máquina. Ante ello, se hace evidente la falta de energía de la que te quejas sin tener idea del motivo de su aparición y, posiblemente, atribuyéndolo al desgaste de la vida diaria.
Entonces, es necesario evitar en la medida de lo posible aquellas situaciones que nos generen un estrés continuo para no desarrollar el llamado estrés oxidativo, que aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas. Para evitarlo podemos cambiar el campo energético con movimientos vibratorios y dando palmadas al cuerpo. Sacude las manos, como si desearas sacarte de encima algo que te indispone o te desagrada. Después involucra los brazos, tus omóplatos, el tronco y finalmente las piernas, de manera que todo el cuerpo vibre con tus movimientos. Mientras tanto, al hacerlo, despídete de todo aquello que te está produciendo malestar. Es sumamente importante que el movimiento sea acompañado de este apoyo anímico.
Ahora, da ligeros toques con las yemas de los dedos de ambas manos a la vez que dibujas líneas desde la frente hasta la parte posterior del cráneo en la región occipital. Cada nueva línea que traces debe acercarse más a las orejas, hasta llegar justo encima de ellas. Posteriormente, tira suavemente de las orejas hacia arriba y luego de los lóbulos suavemente hacia abajo. Continúa palmeando el torso, por delante, por detrás y los lados, con la mano relajada. Seguidamente, palmea los brazos y piernas. Todo ello, por supuesto, despidiéndote interiormente de aquello que no desees.
El mecanismo corporal que produce los movimientos es complejo. Para estar de pie, intervienen unos doscientos cincuenta músculos. Si uno falla, los demás deben moverse y cambiar su función. Cuando un grupo de músculos o partes del cuerpo participan en una actividad común, surge una cualidad superior que no existía en las partes aisladas. Nos da una sensación de estar completos, conectados al suelo y la tierra, gracias a la energía telúrica que nos brinda el centro de la tierra. A su vez, esta energía balancea nuestros meridianos o Chakras, junto a la energía electromagnética que también nos ayuda a sanar; por ello respiramos mejor y nuestros movimientos se hacen más sutiles, ligeros y gráciles. Pero la liberación de toxinas desorganiza estos mecanismos. Y, en consecuencia, perdemos la relación con la gravedad o respiramos peor.
Entonces, ¿qué debemos hacer para eliminar esa toxicidad? Siente los puntos en los que te apoyas, sin juzgar. Luego, distingue la respiración: dónde y cómo respiras, sin tratar de influir. Déjate llevar. Presiona después con todo tu peso el suelo, como si quisieras empujar la tierra. Suelta y, durante medio minuto, escucha tu respiración. Las próximas cinco respiraciones, imagina que tus pies no están tocando el suelo, que estas suspendiéndote. Y luego déjate acoger de nuevo por la tierra, como extendiendo los puntos de contacto sobre ella. Descansa, escucha la respiración y repite el ejercicio. Al acabar, observarás que tienes más contacto con la tierra y que tu respiración se amplía.
Otra opción es hacer Earthing. Algo tan sencillo como andar descalzos aporta marcados y positivos cambios en los parámetros biológicos. De hecho, a los dos segundos ya se pueden empezar a percibir, aunque los mayores beneficios se obtienen si se hace toma de tierra durante 20-30 minutos. De esta manera, se elimina toxicidad pues se liberan iones positivos que absorbemos a través de gadgets o aparatos electrónicos como televisores, radios, teléfonos celulares, computadoras; mientras que la tierra nos brinda iones negativos que nos rejuvenecen, nos dan longevidad y nos mantienen libres de electromagnetismo.
De esta manera obtendrás beneficios como: la activación del sistema nervioso parasimpático que reduce los síntomas de ansiedad, frecuencias cardiacas y respiratorias, la tensión arterial y la secreción de las hormonas estresantes, adrenalina y cortisol. También desinflama pues los electrones que proceden del suelo, reducen la inflamación y la oxidación y, con ello, el dolor y los daños sobre las células. Por otro lado, proporciona energía, reduce la concentración de glucosa en sangre y orina, estabiliza los niveles de hierro, regula la homeostasis del calcio-fósforo y favorece la obtención de energía. Evita los efectos negativos de los campos electromagnéticos sobre el organismo. Sincroniza los ritmos, armonizándolos de noche y de día. Además, mejora el sueño por la noche y aumenta la sensación de vitalidad durante el día.
El metabolismo es un conjunto de procesos químicos que permiten el funcionamiento normal del cuerpo y la vida misma. Si comemos y bebemos más calorías de las que necesitamos, quedan almacenadas mayormente en forma de grasa. Estas células de grasa se convierten en toxinas cuando nuestro sistema no puede eliminarlas. Para ello, además de mejorar y cuidar nuestra alimentación, es necesario realizar ejercicio físico de alta intensidad, de ser posible, para quemar rápidamente las calorías sobrantes.
El ejercicio debe ser con el máximo de consciencia posible. Si, por ejemplo, decides correr media hora, comienza caminando sintiendo cómo colocas las plantas de los pies en el suelo, cómo van reaccionando tus piernas, cómo se mueven las caderas, el tronco, los brazos y la cabeza. Después, ve acelerando el paso y con la misma consciencia entra en marcha durante los próximos doscientos metros. Seguidamente, inicia el trote y la carrera propiamente dicha. Deja que tu mente vuele, pero mira hacia dónde. Presta atención al aroma del lugar, el viaje que realizas entre tierra y cielo… Luego vuelve a percibir el cuerpo en un vaivén que va de adentro hacia afuera y viceversa.
Desintoxicarnos requiere devolver a nuestra energía su empuje y fluidez a los cuatro niveles. Lo que, a su vez, precisa una actitud positiva en la vida, una buena alimentación y ejercicios como los que te acabo de proponer. Ten presente que somos hijos de la tierra y el cielo: la tierra nos acoge y el cielo nos eleva, la tierra nos nutre y el cielo expande con su luz la nuestra. Escucha siempre, atentamente, lo que dice tu cuerpo.
El sueño reparador es por la noche, a partir de las 10:00pm y durante unas seis u ocho horas. Evita estímulos que provoquen inquietud o perturben tu entrada al sueño a esas horas, para poder sentirte en un estado que facilite el proceso de descanso. Haz silencio un rato antes de acostarte, apaga el router de WiFi, no duermas con el televisor encendido y mantén el celular a unos 10 metros de ti.
Dedícale 5 minutos al día a inhalar y exhalar conscientemente. Cierra los ojos, lleva la atención a cómo entra y sale el aire por las fosas nasales. Si la mente trae pensamientos, vuelve a posar la atención en tu nariz y deja que pasen, como si fueran nubes.
Júntate con amigos motivadores, pasa más tiempo con tus hijos, pareja o demás familiares allegados, disfruta de la naturaleza. Elige cuidadosamente qué leer, ver y escuchar. Si puedes, medita 20 minutos, 2 veces al día, ya que se trata de una disciplina milenaria que eleva el sistema inmunológico y elimina el estrés. Una meditación profunda equivale a 4 horas de sueño.